Señores del Congreso:
En cumplimiento de mi deber constitucional de "dar al Congreso informes sobre el estado de la Unión", me tomo la libertad de dirigirme a usted en varias cuestiones que deberían, según me parece, sobre todo para enganchar la atención de sus cuerpos honorables, como de todos los que estudian el bienestar y el progreso de la Nación.
Pediré a su indulgencia si me atrevo a salir en algún grado de la costumbre habitual de establecer antes de la revisión formal de las muchas cuestiones que han atraído la atención y llamados a la acción de los diversos departamentos del Gobierno o que acudan a ellos para tratamiento precoz en el futuro, porque la lista es larga, muy larga, y sufriría en la abreviatura para que yo tenga que someter a ella. Voy a presentar a usted los informes de los jefes de los diversos departamentos, en los que estos temas se exponen con cuidadoso detalle, y rogar para que reciban la atención reflexiva de sus comités y de todos los miembros del Congreso que pueden tener el ocio para estudiarlos. Su obvia importancia, ya que constituye la esencia misma de la Empresa de la Junta, hace comentarios y énfasis de mi parte innecesaria.
El país, estoy agradecido que decir, está en paz con todo el mundo, y muchas manifestaciones felices multiplicar sobre nosotros de una creciente cordialidad y el sentido de comunidad de intereses entre las naciones, presagiando una era de paz estable y buena voluntad. Más y más fácilmente cada década hacen las naciones manifiestan su voluntad de obligarse por un tratado solemne a los procesos de paz, los procesos de la franqueza y la concesión justa. Hasta ahora los Estados Unidos se ha mantenido al frente de dichas negociaciones. Ella, yo sinceramente la esperanza y confianza de creer, dar una nueva prueba de su sincera adhesión a la causa de la amistad internacional al ratificar los diversos tratados de arbitraje a la espera de la renovación por el Senado. Además de éstos, ha sido el privilegio del Departamento de Estado para obtener la aprobación, en principio, de no menos de 31 países, en representación de las cuatro quintas partes de la población del mundo, a la negociación de tratados por los que se deberá estar de acuerdo en que cuando surjan diferencias de intereses o de la política que no puede ser resuelto por los procesos ordinarios de la diplomacia serán analizadas públicamente, discuten, e informó sobre por un tribunal elegido por las partes antes de que cualquiera nación determina su curso de acción.
Sólo hay una posible norma para determinar las controversias entre los Estados Unidos y otras naciones, y que se agrava de estos dos elementos: Nuestro propio honor y nuestras obligaciones para con la paz del mundo. Una prueba de lo complicado debería fácilmente a hacerse para gobernar tanto el establecimiento de nuevas obligaciones de los tratados y la interpretación de las ya contraídas.
Sólo hay una nube sobre nuestro horizonte. Que se ha mostrado al sur de nosotros, y se cierne sobre México. No puede haber una cierta perspectiva de paz en Estados Unidos hasta el general Huerta ha entregado su autoridad usurpada en México; hasta que se comprenda en todas las manos, de hecho, que tales gobiernos pretendidos no serán tolerarse o tratados por el Gobierno de los Estados Unidos. Nosotros somos los amigos del gobierno constitucional en América; somos más que sus amigos, somos sus campeones; porque de ninguna otra manera pueden nuestros vecinos, a los que desearían en todos los sentidos para hacer la prueba de nuestra amistad, el trabajo fuera de su propio desarrollo en paz y libertad. México no tiene un Gobierno. El intento de mantener uno en la Ciudad de México se ha roto, y sólo el despotismo militar se ha establecido que tiene poco más que la apariencia de la autoridad nacional. Se originó en la usurpación de Victoriano Huerta, quien, después de un breve intento de interpretar el papel del presidente constitucional, tiene por fin cast aside siquiera la pretensión de derecho legal y se declaró dictador. Como consecuencia, un estado de cosas ahora existe en México, que ha hecho que sea dudoso que incluso los derechos más elementales y fundamentales, ya sea de su propio pueblo o de los ciudadanos de otros países que residen en su territorio pueden ser mucho éxito salvaguardado, y que amenaza , si seguía de largo, para poner en peligro los intereses de la paz, el orden y la vida tolerable en las tierras inmediatamente al sur de nosotros. Incluso si el usurpador había logrado sus propósitos, en a pesar de la constitución de la República y los derechos de su pueblo, se habría creado nada más que un poder precario y odioso, que podría haber durado un poco más, y cuya eventual caída habría dejado al país en una condición más deplorable que nunca. Pero no lo ha conseguido. Él ha perdido el respeto y el apoyo moral, incluso de los que estaban a la vez dispuestos a verlo triunfar. Poco a poco ha sido completamente aislada. Por un poco cada día su poder y prestigio se están desmoronando y el colapso no es muy lejos. No vamos, creo yo, estaremos obligados a modificar nuestra política de espera vigilante. Y luego, cuando llegue el fin, vamos a esperar a ver el orden constitucional restaurado en México angustiado por el concierto y la energía de tales de sus líderes como preferir la libertad de sus pueblos a sus propias ambiciones.
Me dirijo a los asuntos de interés nacional. Usted ya tiene en estudio un proyecto de ley para la reforma de nuestro sistema de la banca y la moneda, por lo que el país espera con impaciencia, como algo fundamental para su vida de negocio conjunto y necesario ajustar de crédito libre de restricciones arbitrarias y artificiales. No necesito decir cuán sinceramente espero para su promulgación como ley temprana. Me despido que rogar que toda la energía y la atención del Senado se concentren en ella hasta que el asunto se dispone de éxito. Y sin embargo, me parece que la petición no es necesaria-que los miembros de esa gran casa no necesitan insistencia en este servicio a la patria.
Les presento a usted, además, la urgente necesidad de que se haga la disposición especial también para facilitar los créditos necesarios para los agricultores del país. El proyecto de ley pendiente de divisas hace a los agricultores un gran servicio. Los pone en pie de igualdad con otros hombres de negocios y los dueños de la empresa, como debe ser; y tras su paso se encontrarán quit de muchas de las dificultades que actualmente obstaculizan en el ámbito del crédito. Los agricultores, por supuesto, preguntan y se debe dar ningún privilegio especial, como la ampliación a ellos el crédito del propio Gobierno. Lo que necesitan y deben obtener una legislación que hará que sus propios recursos de créditos abundantes y sustanciales disponible como una base para la acción local conjunta, concertada en su propio nombre en conseguir el capital que deben utilizar. Es a esto ahora debemos dirigirnos.
Ha, singularmente suficiente, sucederá que hemos permitido que la industria de nuestras granjas a la zaga de las demás actividades del país en su desarrollo. No necesito detenerme para decirles cuán fundamental para la vida de la Nación es la producción de sus alimentos. Nuestros pensamientos pueden ordinariamente se concentran en las ciudades y las colmenas de la industria, sobre los gritos de la plaza del mercado lleno de gente y el clamor de la fábrica, pero es a partir de los espacios intermedios tranquilos de los valles abiertos y las laderas libres que sacamos las fuentes de la vida y de la prosperidad, de la granja y del rancho, del bosque y de la mina. Sin ellos todas las calles estarían en silencio, cada oficina desierta, cada fábrica en mal estado. Y sin embargo, el agricultor no estar sobre el mismo pie con el forestal y el minero en el mercado de crédito. Él es el siervo de las estaciones. Naturaleza determina el tiempo que debe esperar para sus cultivos, y no se apresuró en sus procesos. Él puede dar su nota, pero la temporada de su madurez depende de la temporada, cuando su cosecha madure, se encuentra a las puertas del mercado donde sus productos se venden. Y la seguridad que da es de un personaje no conocido en la oficina del corredor o como familiarmente como podría ser en el mostrador del banquero.
El Departamento de Agricultura del Gobierno está tratando de ayudar como nunca antes para hacer la agricultura un negocio eficiente, de esfuerzo de cooperación amplia, en contacto rápido con los mercados para los productos alimenticios. Los agricultores y el Gobierno serán de ahora en adelante trabajar juntos como socios reales en este campo, donde ahora comenzamos a ver nuestra manera muy clara y donde muchos planes inteligentes ya se están poniendo en ejecución. El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos ha, por una distribución oportuna y bien considerada de sus depósitos, facilitó el traslado de los cultivos en la presente temporada y ha evitado la escasez de fondos disponibles con demasiada frecuencia experimentan en esos momentos. Pero no debemos permitir que nos dependen de expedientes extraordinarios. Hay que añadir el medio por el cual el, agricultor puede hacer su haber constantemente y fácilmente disponible y el comando cuando se la capital por el que apoyar y expandir su negocio. Nos quedamos atrás muchos otros grandes países del mundo moderno en el intento de hacer esto. Sistemas de crédito rural se han estudiado y desarrollado en el otro lado del agua, mientras que dejamos a nuestros agricultores a cambiar por sí mismos en el mercado monetario común. No tienes más que mirar a su alrededor que en cualquier distrito rural para ver el resultado, la discapacidad y la vergüenza que se han puesto sobre los que producen nuestros alimentos.
Consciente de este atraso y negligencia por nuestra parte, el Congreso autorizó recientemente la creación de una comisión especial para estudiar los diferentes sistemas de crédito rural que se han puesto en marcha en Europa, y esta comisión ya está preparado para informar. Su informe debería hacer más fácil para nosotros determinar qué métodos serán los más adecuados para nuestros propios agricultores. Espero y creo que las comisiones del Senado y la Cámara tendrán dirigirse a este asunto con los resultados más fructíferos, y creo que se pueden hacer los estudios y planes de reciente creación del Departamento de Agricultura de servirlos muy mucho en su trabajo de enmarcar la legislación apropiada y adecuada. Sería indiscreto y presuntuoso en nadie a dogmatizar sobre tan grande y con muchos matices una pregunta, pero me siento confiado en que el consejo común producirá los resultados debemos todos deseamos.
Turn desde la granja hasta el mundo de los negocios que se centra en la ciudad y en la fábrica, y creo que todos los observadores atentos estarán de acuerdo en que el servicio de inmediato se lo debemos a las comunidades empresariales del país es evitar el monopolio privado más eficazmente de lo que tiene sin embargo ha impedido. Creo que va a ser fácilmente de acuerdo en que debemos dejar que el antimonopolio soporte ley Sherman, sin alteraciones, tal como es, con su suelo discutible al respecto, pero que debería en lo posible reducir el área de tierra que discutible por más y legislación más explícita; y también debe complementar ese gran acto por una legislación que no sólo va a aclarar, sino también facilitar su administración y hacerla más justa para todos los interesados. Sin duda, lo haremos todo deseo, y el país se espera, este es el tema central de nuestras deliberaciones durante el actual período de sesiones; pero es un tema tan polifacético y tan digno de discusión cuidadosa y exigente que me tomaré la libertad de dirigirme a usted en ella en un mensaje especial en una fecha posterior que esto. Es de capital importancia que los hombres de negocios de este país deben ser relevados de todas las incertidumbres de la ley con respecto a sus empresas e inversiones y un claro camino indicado que pueden viajar sin ansiedad. Es tan importante que debían ser relevados de vergüenza y puestos en libertad para prosperar como monopolio privado que debe ser destruido. Las formas de acción se deben tirar de par en par.
Me dirijo a un tema que espero pueda ser manejada con prontitud y sin grave controversia de cualquier tipo. Me refiero a la forma de selección de los candidatos a la Presidencia de los Estados Unidos. Estoy seguro de que yo no malinterpretar los deseos o las expectativas del país cuando insto a la pronta promulgación de una legislación que prevea elecciones primarias en todo el país en el que los votantes de las varias partes pueden elegir a sus candidatos para la Presidencia y sin el intervención de convenciones de nominación. Me atrevo a sugerir que esta legislación debería prever la retención de convenciones de los partidos, pero sólo con el propósito de declarar y aceptar el veredicto de las primarias y la formulación de las plataformas de los partidos; y sugiero que estos convenios deben consistir no de los delegados elegidos para este único propósito, pero de los nominados para el Congreso, los candidatos a los puestos vacantes en el Senado de los Estados Unidos, los senadores cuyos términos aún no se han cerrado, los comités nacionales, y los candidatos a la Presidencia a sí mismos, con el fin de que las plataformas pueden ser enmarcadas por los responsables a las personas para llevar a la práctica.
Estos son todos los asuntos de interés nacional vital y además de ellos, fuera del círculo encantado de nuestra propia vida nacional en el que nuestros afectos nos ordenan, así como nuestras conciencias, no se destacan nuestras obligaciones hacia nuestros territorios sobre el mar. Aquí estamos fideicomisarios. Puerto Rico, Hawaii, las Filipinas, son los nuestros, en efecto, pero no el nuestro para hacer lo que nos plazca con. Estos territorios, una vez considerados como simples posesiones, ya no están siendo explotados de manera egoísta; que son parte del dominio de la conciencia pública y de estadista pueda reparar e iluminado. Tenemos que administrarlos para las personas que viven en ellos y con el mismo sentido de la responsabilidad a ellos como a nuestra propia gente en nuestros asuntos internos. No hay duda de que será suficiente con éxito unen Puerto Rico y las islas de Hawai para nosotros por lazos de la justicia y el interés y afecto, pero el desempeño de nuestro deber hacia las Filipinas es una cuestión más difícil y discutible. Podemos satisfacer las obligaciones de la justicia generosa hacia el pueblo de Puerto Rico, dándoles los derechos y privilegios concedidos a nuestros propios ciudadanos en nuestros propios territorios amplios y familiares y nuestras obligaciones para con la gente de Hawaii por el perfeccionamiento de las disposiciones de autogobierno ya concedidas ellos, pero en Filipinas hay que ir más allá. Debemos mantener constantemente en vista de su definitiva independencia, y debemos avanzar hacia el momento de que la independencia como constantemente como el camino se puede borrar y las bases establecidas cuidadosamente y de forma permanente.
Actuando en virtud de las atribuciones conferidas al Presidente por el Congreso, ya he concedido a la gente de las islas la mayoría en ambas cámaras del su cuerpo legislativo mediante el nombramiento de cinco en lugar de cuatro ciudadanos nativos a los miembros de la comisión. Creo que de esta manera vamos a hacer una prueba de su capacidad de consejo y su sentido de la responsabilidad en el ejercicio del poder político, y que el éxito de este paso se esté seguro de despejar nuestra visión de los pasos que han de seguir. Paso a paso debemos ampliar y perfeccionar el sistema de autogobierno en las islas, por lo que la prueba de ellos y modificarlos como experiencia revela sus éxitos y sus fracasos; que debemos poner más y más bajo el control de los ciudadanos nativos del archipiélago de los instrumentos esenciales de su vida, sus instrumentos locales de gobierno, sus escuelas, todos los intereses comunes de sus comunidades, y así por el consejo y la experiencia de establecer un gobierno que todo el mundo verá que es adecuado para un pueblo cuyos asuntos están bajo su propio control. Por fin, espero y creo, que estamos empezando a ganar la confianza de los pueblos filipinos. Por sus consejos y experiencia, y no por la nuestra, vamos a aprender cómo servir mejor a ellos y cuán pronto será posible y aconsejable retirar nuestra supervisión. Veamos una vez encontramos el camino y salimos con la firma y huella confía en ella y no vamos a pasear de ella o quedarse en él.
Un deber que nos enfrenta con respecto a Alaska, que me parece muy urgente y muy imperativo; tal vez debería decir una doble función, ya que afecta tanto a la política y el desarrollo material del Territorio. Los habitantes de Alaska deben tener la forma Territorial llena de gobierno, y Alaska, como almacén, deben ser desbloqueados. Una de las claves para ser un sistema de ferrocarriles. Estos el Gobierno debería en sí construir y administrar, y los puertos y terminales que debería propio control en el interés de todos los que deseen utilizarlos para el servicio y el desarrollo del país y su gente.
Pero la construcción de ferrocarriles es sólo el primer paso; es sólo empujando en la clave para el almacén y echando hacia atrás la cerradura y abrir la puerta. ¿Cómo los recursos tentadores del país están por explotar es otro asunto, al que me tomo la libertad de de vez en cuando llama tu atención, porque es una política que debe ser elaborado por etapas bien consideradas, no en la teoría , sino en líneas de conveniencia práctica. Es parte de nuestro problema general de conservación. Tenemos más libertad en la elaboración del problema en Alaska que en los Estados de la Unión; y sin embargo, el principio y el objeto son los mismos, siempre que lo tocamos. Debemos usar los recursos del país, no encerrarlos. No tiene por qué haber conflicto o los celos como entre las autoridades estatales y federales, porque no puede haber ninguna diferencia esencial de propósito entre ellos. Los recursos en cuestión deberán ser utilizados, pero no destruidos o desperdician; utilizado, pero no monopolizado sobre cualquier idea estrecha de los derechos individuales como en contra de los intereses perdurables de las comunidades. Que una política puede ser elaborado por la conferencia y de concesión que dará a conocer estos recursos y, sin embargo no no comprometer o disiparlos, por mi parte, no cabe duda; y se puede hacer en las líneas de regulación que es necesario que haya menos aceptable para los pueblos y los gobiernos de los Estados interesados que a las personas y al Gobierno de la Nación en general, cuyo patrimonio estos recursos son. Tenemos que doblar nuestros consejos para este fin. A propósito común debe hacer un acuerdo fácil.
Tres o cuatro asuntos de especial importancia y trascendencia se lo ruego, que me permite hablar en el cierre.
Nuestra Oficina de Minas debe estar equipado y capacitado para prestar un servicio aún más eficaz de lo que hace ahora en la mejora de las condiciones de trabajo en las minas y hacer las minas más productivas económicamente, así como más seguro. Esta es una parte tan importante de la labor de conservación; y la conservación de la vida humana y la energía se encuentra aún más cerca de nuestros intereses que la preservación de los residuos de nuestros recursos materiales.
Se lo debemos, en la mera justicia a los empleados de los ferrocarriles del país, para proveer para ellos un acto de responsabilidad justos y eficaces de los empleadores; y una ley que nos podemos mantenernos al margen en este asunto no será inferior a la ventaja de los que administran los ferrocarriles del país que a la ventaja de los que ellos emplean. La experiencia de un gran número de los Estados en abundancia lo demuestra.
Debemos dedicarnos a satisfacer apremiantes exigencias de la justicia simple como esto tan seriamente como a la realización de reformas políticas y económicas. La justicia social es lo primero. La ley es la maquinaria para su realización y sólo es vital, ya que expresa y encarna.
Un congreso internacional para la discusión de todas las cuestiones que afectan a la seguridad en el mar está ahora sentado en Londres por sugerencia de nuestro propio Gobierno. ¿Tan pronto como las conclusiones de ese congreso se pueden aprender y consideran que deberíamos dirigirnos, entre otras cosas, a la pronta alivio de las condiciones muy inseguras, injustas y onerosas que ahora rodean la contratación de marineros y hacer que sea muy difícil obtener los servicios de los hombres de espíritu y competentes, tales como las necesidades de cada nave si es para ser manipulados y traído al puerto de manera segura.
¿No puedo expresar las verdaderas súplicas-están he experimentado en cooperar con este Congreso y compartir con él los trabajos de servicio común a la que se ha dedicado de manera sin reservas durante los últimos siete meses de concentración sin quejarse sobre el negocio de la legislación ? Sin duda, es una parte adecuada y pertinente de mi informe sobre "el estado de la Unión" para expresar mi admiración por la diligencia, el buen humor, y la plena comprensión de la función pública que ya se ha manifestado tanto por las Casas; y espero que no se puede considerar una intrusión impertinente de mí mismo en la imagen si digo que con la cantidad y la satisfacción constante que he hecho uso del mismo privilegio de poner mi tiempo y energía a su disposición tanto en el consejo y en la acción.
Original
In pursuance of my constitutional duty to "give to the Congress information of the state of the Union," I take the liberty of addressing you on several matters which ought, as it seems to me, particularly to engage the attention of your honorable bodies, as of all who study the welfare and progress of the Nation.
I shall ask your indulgence if I venture to depart in some degree from the usual custom of setting before you in formal review the many matters which have engaged the attention and called for the action of the several departments of the Government or which look to them for early treatment in the future, because the list is long, very long, and would suffer in the abbreviation to which I should have to subject it. I shall submit to you the reports of the heads of the several departments, in which these subjects are set forth in careful detail, and beg that they may receive the thoughtful attention of your committees and of all Members of the Congress who may have the leisure to study them. Their obvious importance, as constituting the very substance of the business of the Government, makes comment and emphasis on my part unnecessary.
The country, I am thankful to say, is at peace with all the world, and many happy manifestations multiply about us of a growing cordiality and sense of community of interest among the nations, foreshadowing an age of settled peace and good will. More and more readily each decade do the nations manifest their willingness to bind themselves by solemn treaty to the processes of peace, the processes of frankness and fair concession. So far the United States has stood at the front of such negotiations. She will, I earnestly hope and confidently believe, give fresh proof of her sincere adherence to the cause of international friendship by ratifying the several treaties of arbitration awaiting renewal by the Senate. In addition to these, it has been the privilege of the Department of State to gain the assent, in principle, of no less than 31 nations, representing four-fifths of the population of the world, to the negotiation of treaties by which it shall be agreed that whenever differences of interest or of policy arise which can not be resolved by the ordinary processes of diplomacy they shall be publicly analyzed, discussed, and reported upon by a tribunal chosen by the parties before either nation determines its course of action.
There is only one possible standard by which to determine controversies between the United States and other nations, and that is compounded of these two elements: Our own honor and our obligations to the peace of the world. A test so compounded ought easily to be made to govern both the establishment of new treaty obligations and the interpretation of those already assumed.
There is but one cloud upon our horizon. That has shown itself to the south of us, and hangs over Mexico. There can be no certain prospect of peace in America until Gen. Huerta has surrendered his usurped authority in Mexico; until it is understood on all hands, indeed, that such pretended governments will not be countenanced or dealt with by-the Government of the United States. We are the friends of constitutional government in America; we are more than its friends, we are its champions; because in no other way can our neighbors, to whom we would wish in every way to make proof of our friendship, work out their own development in peace and liberty. Mexico has no Government. The attempt to maintain one at the City of Mexico has broken down, and a mere military despotism has been set up which has hardly more than the semblance of national authority. It originated in the usurpation of Victoriano Huerta, who, after a brief attempt to play the part of constitutional President, has at last cast aside even the pretense of legal right and declared himself dictator. As a consequence, a condition of affairs now exists in Mexico which has made it doubtful whether even the most elementary and fundamental rights either of her own people or of the citizens of other countries resident within her territory can long be successfully safeguarded, and which threatens, if long continued, to imperil the interests of peace, order, and tolerable life in the lands immediately to the south of us. Even if the usurper had succeeded in his purposes, in despite of the constitution of the Republic and the rights of its people, he would have set up nothing but a precarious and hateful power, which could have lasted but a little while, and whose eventual downfall would have left the country in a more deplorable condition than ever. But he has not succeeded. He has forfeited the respect and the moral support even of those who were at one time willing to see him succeed. Little by little he has been completely isolated. By a little every day his power and prestige are crumbling and the collapse is not far away. We shall not, I believe, be obliged to alter our policy of watchful waiting. And then, when the end comes, we shall hope to see constitutional order restored in distressed Mexico by the concert and energy of such of her leaders as prefer the liberty of their people to their own ambitions.
I turn to matters of domestic concern. You already have under consideration a bill for the reform of our system of banking and currency, for which the country waits with impatience, as for something fundamental to its whole business life and necessary to set credit free from arbitrary and artificial restraints. I need not say how earnestly I hope for its early enactment into law. I take leave to beg that the whole energy and attention of the Senate be concentrated upon it till the matter is successfully disposed of. And yet I feel that the request is not needed-that the Members of that great House need no urging in this service to the country.
I present to you, in addition, the urgent necessity that special provision be made also for facilitating the credits needed by the farmers of the country. The pending currency bill does the farmers a great service. It puts them upon an equal footing with other business men and masters of enterprise, as it should; and upon its passage they will find themselves quit of many of the difficulties which now hamper them in the field of credit. The farmers, of course, ask and should be given no special privilege, such as extending to them the credit of the Government itself. What they need and should obtain is legislation which will make their own abundant and substantial credit resources available as a foundation for joint, concerted local action in their own behalf in getting the capital they must use. It is to this we should now address ourselves.
It has, singularly enough, come to pass that we have allowed the industry of our farms to lag behind the other activities of the country in its development. I need not stop to tell you how fundamental to the life of the Nation is the production of its food. Our thoughts may ordinarily be concentrated upon the cities and the hives of industry, upon the cries of the crowded market place and the clangor of the factory, but it is from the quiet interspaces of the open valleys and the free hillsides that we draw the sources of life and of prosperity, from the farm and the ranch, from the forest and the mine. Without these every street would be silent, every office deserted, every factory fallen into disrepair. And yet the farmer does not stand upon the same footing with the forester and the miner in the market of credit. He is the servant of the seasons. Nature determines how long he must wait for his crops, and will not be hurried in her processes. He may give his note, but the season of its maturity depends upon the season when his crop matures, lies at the gates of the market where his products are sold. And the security he gives is of a character not known in the broker's office or as familiarly as it might be on the counter of the banker.
The Agricultural Department of the Government is seeking to assist as never before to make farming an efficient business, of wide co-operative effort, in quick touch with the markets for foodstuffs. The farmers and the Government will henceforth work together as real partners in this field, where we now begin to see our way very clearly and where many intelligent plans are already being put into execution. The Treasury of the United States has, by a timely and well-considered distribution of its deposits, facilitated the moving of the crops in the present season and prevented the scarcity of available funds too often experienced at such times. But we must not allow ourselves to depend upon extraordinary expedients. We must add the means by which the, farmer may make his credit constantly and easily available and command when he will the capital by which to support and expand his business. We lag behind many other great countries of the modern world in attempting to do this. Systems of rural credit have been studied and developed on the other side of the water while we left our farmers to shift for themselves in the ordinary money market. You have but to look about you in any rural district to see the result, the handicap and embarrassment which have been put upon those who produce our food.
Conscious of this backwardness and neglect on our part, the Congress recently authorized the creation of a special commission to study the various systems of rural credit which have been put into operation in Europe, and this commission is already prepared to report. Its report ought to make it easier for us to determine what methods will be best suited to our own farmers. I hope and believe that the committees of the Senate and House will address themselves to this matter with the most fruitful results, and I believe that the studies and recently formed plans of the Department of Agriculture may be made to serve them very greatly in their work of framing appropriate and adequate legislation. It would be indiscreet and presumptuous in anyone to dogmatize upon so great and many-sided a question, but I feel confident that common counsel will produce the results we must all desire.
Turn from the farm to the world of business which centers in the city and in the factory, and I think that all thoughtful observers will agree that the immediate service we owe the business communities of the country is to prevent private monopoly more effectually than it has yet been prevented. I think it will be easily agreed that we should let the Sherman anti-trust law stand, unaltered, as it is, with its debatable ground about it, but that we should as much as possible reduce the area of that debatable ground by further and more explicit legislation; and should also supplement that great act by legislation which will not only clarify it but also facilitate its administration and make it fairer to all concerned. No doubt we shall all wish, and the country will expect, this to be the central subject of our deliberations during the present session; but it is a subject so many-sided and so deserving of careful and discriminating discussion that I shall take the liberty of addressing you upon it in a special message at a later date than this. It is of capital importance that the business men of this country should be relieved of all uncertainties of law with regard to their enterprises and investments and a clear path indicated which they can travel without anxiety. It is as important that they should be relieved of embarrassment and set free to prosper as that private monopoly should be destroyed. The ways of action should be thrown wide open.
I turn to a subject which I hope can be handled promptly and without serious controversy of any kind. I mean the method of selecting nominees for the Presidency of the United States. I feel confident that I do not misinterpret the wishes or the expectations of the country when I urge the prompt enactment of legislation which will provide for primary elections throughout the country at which the voters of the several parties may choose their nominees for the Presidency without the intervention of nominating conventions. I venture the suggestion that this legislation should provide for the retention of party conventions, but only for the purpose of declaring and accepting the verdict of the primaries and formulating the platforms of the parties; and I suggest that these conventions should consist not of delegates chosen for this single purpose, but of the nominees for Congress, the nominees for vacant seats in the Senate of the United States, the Senators whose terms have not yet closed, the national committees, and the candidates for the Presidency themselves, in order that platforms may be framed by those responsible to the people for carrying them into effect.
These are all matters of vital domestic concern, and besides them, outside the charmed circle of our own national life in which our affections command us, as well as our consciences, there stand out our obligations toward our territories over sea. Here we are trustees. Porto Rico, Hawaii, the Philippines, are ours, indeed, but not ours to do what we please with. Such territories, once regarded as mere possessions, are no longer to be selfishly exploited; they are part of the domain of public conscience and of serviceable and enlightened statesmanship. We must administer them for the people who live in them and with the same sense of responsibility to them as toward our own people in our domestic affairs. No doubt we shall successfully enough bind Porto Rico and the Hawaiian Islands to ourselves by ties of justice and interest and affection, but the performance of our duty toward the Philippines is a more difficult and debatable matter. We can satisfy the obligations of generous justice toward the people of Porto Rico by giving them the ample and familiar rights and privileges accorded our own citizens in our own territories and our obligations toward the people of Hawaii by perfecting the provisions for self-government already granted them, but in the Philippines we must go further. We must hold steadily in view their ultimate independence, and we must move toward the time of that independence as steadily as the way can be cleared and the foundations thoughtfully and permanently laid.
Acting under the authority conferred upon the President by Congress, I have already accorded the people of the islands a majority in both houses of their legislative body by appointing five instead of four native citizens to the membership of the commission. I believe that in this way we shall make proof of their capacity in counsel and their sense of responsibility in the exercise of political power, and that the success of this step will be sure to clear our view for the steps which are to follow. Step by step we should extend and perfect the system of self-government in the islands, making test of them and modifying them as experience discloses their successes and their failures; that we should more and more put under the control of the native citizens of the archipelago the essential instruments of their life, their local instrumentalities of government, their schools, all the common interests of their communities, and so by counsel and experience set up a government which all the world will see to be suitable to a people whose affairs are under their own control. At last, I hope and believe, we are beginning to gain the confidence of the Filipino peoples. By their counsel and experience, rather than by our own, we shall learn how best to serve them and how soon it will be possible and wise to withdraw our supervision. Let us once find the path and set out with firm and confident tread upon it and we shall not wander from it or linger upon it.
A duty faces us with regard to Alaska which seems to me very pressing and very imperative; perhaps I should say a double duty, for it concerns both the political and the material development of the Territory. The people of Alaska should be given the full Territorial form of government, and Alaska, as a storehouse, should be unlocked. One key to it is a system of railways. These the Government should itself build and administer, and the ports and terminals it should itself control in the interest of all who wish to use them for the service and development of the country and its people.
But the construction of railways is only the first step; is only thrusting in the key to the storehouse and throwing back the lock and opening the door. How the tempting resources of the country are to be exploited is another matter, to which I shall take the liberty of from time to time calling your attention, for it is a policy which must be worked out by well-considered stages, not upon theory, but upon lines of practical expediency. It is part of our general problem of conservation. We have a freer hand in working out the problem in Alaska than in the States of the Union; and yet the principle and object are the same, wherever we touch it. We must use the resources of the country, not lock them up. There need be no conflict or jealousy as between State and Federal authorities, for there can be no essential difference of purpose between them. The resources in question must be used, but not destroyed or wasted; used, but not monopolized upon any narrow idea of individual rights as against the abiding interests of communities. That a policy can be worked out by conference and concession which will release these resources and yet not jeopard or dissipate them, I for one have no doubt; and it can be done on lines of regulation which need be no less acceptable to the people and governments of the States concerned than to the people and Government of the Nation at large, whose heritage these resources are. We must bend our counsels to this end. A common purpose ought to make agreement easy.
Three or four matters of special importance and significance I beg, that you will permit me to mention in closing.
Our Bureau of Mines ought to be equipped and empowered to render even more effectual service than it renders now in improving the conditions of mine labor and making the mines more economically productive as well as more safe. This is an all-important part of the work of conservation; and the conservation of human life and energy lies even nearer to our interests than the preservation from waste of our material resources.
We owe it, in mere justice to the railway employees of the country, to provide for them a fair and effective employers' liability act; and a law that we can stand by in this matter will be no less to the advantage of those who administer the railroads of the country than to the advantage of those whom they employ. The experience of a large number of the States abundantly proves that.
We ought to devote ourselves to meeting pressing demands of plain justice like this as earnestly as to the accomplishment of political and economic reforms. Social justice comes first. Law is the machinery for its realization and is vital only as it expresses and embodies it.
An international congress for the discussion of all questions that affect safety at sea is now sitting in London at the suggestion of our own Government. So soon as the conclusions of that congress can be learned and considered we ought to address ourselves, among other things, to the prompt alleviation of the very unsafe, unjust, and burdensome conditions which now surround the employment of sailors and render it extremely difficult to obtain the services of spirited and competent men such as every ship needs if it is to be safely handled and brought to port.
May I not express the very real pleas-are I have experienced in co-operating with this Congress and sharing with it the labors of common service to which it has devoted itself so unreservedly during the past seven months of uncomplaining concentration upon the business of legislation? Surely it is a proper and pertinent part of my report on "the state of the Union" to express my admiration for the diligence, the good temper, and the full comprehension of public duty which has already been manifested by both the Houses; and I hope that it may not be deemed an impertinent intrusion of myself into the picture if I say with how much and how constant satisfaction I have availed myself of the privilege of putting my time and energy at their disposal alike in counsel and in action.
No hay comentarios:
Publicar un comentario