miércoles, 20 de agosto de 2014

Segundo discurso inaugural de Woodrow Wilson, del 5 de marzo de 1917 / Second Inaugural Address (March 5, 1917)

(revisando)



Contexto
4 de marzo fue un domingo, pero el presidente tomó el juramento de su cargo en el Capitolio, en la Sala de la Presidencia de la mañana. El juramento fue tomado de nuevo al día siguiente, administrado por el Juez Edward White en el Portico Este del Capitolio. El espectro de la guerra con Alemania se cernía sobre los acontecimientos que rodearon la inauguración. Una maniobra obstruccionista del Senado sobre armar a los buques mercantes estadounidenses contra ataques submarinos había cerrado las últimas horas del sexagésimo cuarto Congreso sin pasaje. A pesar del lema de la campaña "Él nos mantuvo fuera de la guerra", el presidente pidió al Congreso el 2 de abril para declarar la guerra. Fue declarado el 6 de abril.

Los cuatro años que han transcurrido desde el pasado estuve en este lugar han llenado de consejo y de la acción del interés más vital y consecuencia. Tal vez ningún periodo igual en nuestra historia ha sido tan fructífera de reformas importantes en nuestra vida económica e industrial o tan llena de cambios significativos en el espíritu y propósito de nuestra acción política. Hemos tratado muy cuidadosamente para establecer la casa en orden, corregir los errores más groseros y abusos de nuestra vida industrial, liberar y acelerar los procesos de nuestro genio nacional y la energía, y levantar nuestra política a una visión más amplia de los intereses esenciales de la población.
Es un registro de singular variedad y singular distinción. Pero no voy a tratar de revisarlo. Habla por sí mismo y será de creciente influencia como pasan los años. Este no es el momento para la retrospectiva. Es el tiempo en lugar de hablar de nuestros pensamientos y propósitos en relación al presente y al futuro inmediato.

Aunque nos hemos centrado consejo y acción con tal concentración inusual y el éxito en los grandes problemas de la legislación nacional a la que nos dirigimos a nosotros mismos de hace cuatro años, otros asuntos tienen cada vez más forzados a sí mismos a nuestra atención - los asuntos que está fuera de nuestra propia vida como un nación y sobre los cuales no teníamos control, pero que, a pesar de nuestro deseo de mantener libre de ellos, nos hemos basado cada vez más irresistible en su propia influencia actual y.

Ha sido imposible evitarlos. Ellos han afectado a la vida de todo el mundo. Ellos han sacudido los hombres en todas partes con una pasión y una aprehensión que nunca conocieron antes. Ha sido difícil conservar la calma mientras el abogado del pensamiento de nuestra propia gente se balanceaba de un lado a que bajo su influencia. Somos un pueblo compuesto y cosmopolitas. Somos de la sangre de todos los pueblos que están en guerra. Las corrientes de nuestros pensamientos, así como las corrientes de nuestro comercio corren rápido en todas las estaciones de ida y vuelta entre nosotros y ellos. La guerra establece inevitablemente su marca desde el primer tanto en nuestras mentes, nuestras industrias, nuestro comercio, nuestra política y nuestra acción social. Ser indiferente a ella, o independiente de ella, estaba fuera de la cuestión.

Y sin embargo, todo el tiempo que hemos sido conscientes de que no éramos parte de ella. En ese sentido, a pesar de muchas divisiones, hemos acercado juntos. Hemos sido profundamente agraviado sobre los mares, pero no hemos querido mal o lesionar a cambio; han conservado a lo largo de la conciencia de estar en una especie aparte, absorto en un interés que trasciende las cuestiones inmediatas de la guerra misma.

Como algunas de las lesiones que nos hemos convertido en hecho intolerable que todavía hemos tenido claro que nos hubiera gustado nada para nosotros que no estábamos preparados para la demanda de toda la humanidad - un trato justo, la justicia, la libertad de vivir y estar a gusto contra el mal organizada .

Es en este espíritu y con este pensamiento que hemos crecido más y más consciente, cada vez más seguro de que la parte que deseamos jugar era la parte de los que significa para reivindicar y fortalecer la paz. Nos hemos visto obligados a armarnos para hacer buena nuestra reivindicación de un cierto mínimo de derecho y de la libertad de acción. Nos mantenemos firmes en la neutralidad armada ya que parece que de ninguna otra manera podemos demostrar qué es lo que insistimos y no podemos olvidar. Podemos incluso dibujar en, por las circunstancias, no por nuestro propio propósito o deseo, a una afirmación más activa de nuestros derechos como ellos y una asociación más inmediata con la misma gran lucha vemos. Pero nada va a alterar nuestro pensamiento o nuestro propósito. Son demasiado claro para ser oscurecida. Están muy profundamente arraigadas en los principios de nuestra vida nacional a ser alterados. Deseamos ni la conquista ni la ventaja. Deseamos nada que se puede tener sólo a costa de otro pueblo. Siempre nos profesamos propósito altruista y que codician la oportunidad de demostrar nuestras profesiones son sinceros.

Hay muchas cosas todavía por hacer en casa, para aclarar nuestra propia política y añadir nueva vitalidad a los procesos industriales de nuestra propia vida, y haremos como el tiempo y la oportunidad de servir, pero nos damos cuenta de que las cosas más grandes que quedan hacerse debe hacerse con todo el mundo para el escenario y en cooperación con las fuerzas de ancho y universales de la humanidad, y estamos haciendo nuestro espíritu listo para esas cosas.

Somos provincianos ya no. Los trágicos acontecimientos de las treinta meses de agitación vital a través de la que sólo hemos pasado nosotros ciudadanos del mundo han hecho. No puede haber vuelta atrás. Nuestras propias fortunas como nación están involucrados si queremos que sea así o no.

Y sin embargo, no somos los menos los estadounidenses en esa cuenta. Vamos a ser el más americano, pero si nos mantenemos fieles a los principios en los que hemos sido criados. No son los principios de una provincia o de un continente. Hemos conocido y se jactó de todo el tiempo que ellos eran los principios de una humanidad liberada. Estos, pues, son las cosas que nos representan, ya sea en la guerra o en la paz:

Que todas las naciones están igualmente interesados ​​en la paz del mundo y en la estabilidad política de los pueblos libres, e igualmente responsable de su mantenimiento; que el principio esencial de la paz es la igualdad real de las naciones en todas las cuestiones de derecho o privilegio; que la paz no puede con seguridad o justicia descansar en un equilibrio armada del poder; que los gobiernos derivan todos sus justos poderes del consentimiento de los gobernados y que no hay otros poderes deben ser apoyados por el pensamiento común, el propósito o el poder de la familia de las naciones; que los mares deben ser igualmente libres y seguros para el uso de todos los pueblos, según las normas establecidas de común acuerdo y consentimiento, y que, en lo posible, deben ser accesibles a todos en igualdad de condiciones; que los armamentos nacionales se limitarán a las necesidades de orden nacional y la seguridad nacional; que la comunidad de intereses y de poder en la que la paz debe depender en adelante impone a cada nación el deber de velar por que todas las influencias procedentes de sus propios ciudadanos destinados a alentar o ayudar a la revolución en otros estados debe ser severamente reprimido y eficazmente y prevenir.

No necesito argumentar estos principios a ustedes, mis compatriotas; ellos son su propia parte de su propio pensamiento y sus propios motivos en los asuntos. Brotan nativa entre nosotros. Tras esto como una plataforma de propósito y de acción que podemos estar juntos. Y es imperativo que debemos estar unidos. Se nos forjamos en una nueva unidad en medio de los incendios que arden ahora en todo el mundo. En su calor ardiente que deberá, en la Providencia de Dios, ojalá, ser purgados de la facción y la división y purificada de los humores errantes de partido y de interés privado, y ha de permanecer expuesto en los próximos días con una nueva dignidad de orgullo nacional y el espíritu. Que cada hombre vea a él que la dedicación es en su propio corazón, el alto propósito de la nación en su propia mente, gobernante de su propia voluntad y deseo.

Yo estoy aquí y he tomado el juramento de alta y solemne a la que ha sido la audiencia porque la gente de los Estados Unidos me han elegido para esta delegación agosto de poder y tienen por su juicio misericordioso me nombró su líder en los asuntos.

Ahora sé lo que significa la tarea. Me doy cuenta de que el pleno de la responsabilidad que implica. Ruego a Dios que se puede dar la sabiduría y la prudencia de cumplir con mi deber en el verdadero espíritu de este gran pueblo. Yo soy su siervo y sólo puede tener éxito, ya que sostienen y me guían por su confianza y su consejo. Lo voy a contar con, la cosa sin la cual ni el abogado ni la acción a prevalerse, es la unidad de América - una América unida en el sentimiento, en el propósito y en su visión del deber, de oportunidades y de servicio.

Tenemos que tener cuidado con todos los hombres que se convertirían las tareas y las necesidades de la nación para su propio beneficio privado o utilizarlas para la edificación del poder privado.

Por igual Unidas en la concepción de nuestro deber y en la alta resolución para realizar en la cara de todos los hombres, vamos a dedicarnos a la gran tarea a la que ahora debemos poner nuestra mano. Por mi parte pido tolerancia, su rostro y su ayuda solidaria.

Las sombras que ahora yacen oscura sobre nuestro camino pronto se disiparon, y caminaremos a la luz de todo acerca de nosotros si somos fieles a nosotros mismos, pero - a nosotros mismos como hemos querido ser conocido en los consejos del mundo y en el pensamiento de todos aquellos que aman la libertad y la justicia y el derecho exaltado.



Original



Context
March 4 was a Sunday, but the President took the oath of office at the Capitol in the President's Room that morning. The oath was taken again the next day, administered by Chief Justice Edward White on the East Portico of the Capitol. The specter of war with Germany hung over the events surrounding the inauguration. A Senate filibuster on arming American merchant vessels against submarine attacks had closed the last hours of the Sixty-fourth Congress without passage. Despite the campaign slogan "He kept us out of war," the President asked Congress on April 2 to declare war. It was declared on April 6.

The four years which have elapsed since last I stood in this place have been crowded with counsel and action of the most vital interest and consequence. Perhaps no equal period in our history has been so fruitful of important reforms in our economic and industrial life or so full of significant changes in the spirit and purpose of our political action. We have sought very thoughtfully to set our house in order, correct the grosser errors and abuses of our industrial life, liberate and quicken the processes of our national genius and energy, and lift our politics to a broader view of the people's essential interests.
It is a record of singular variety and singular distinction. But I shall not attempt to review it. It speaks for itself and will be of increasing influence as the years go by. This is not the time for retrospect. It is time rather to speak our thoughts and purposes concerning the present and the immediate future.

Although we have centered counsel and action with such unusual concentration and success upon the great problems of domestic legislation to which we addressed ourselves four years ago, other matters have more and more forced themselves upon our attention--matters lying outside our own life as a nation and over which we had no control, but which, despite our wish to keep free of them, have drawn us more and more irresistibly into their own current and influence.

It has been impossible to avoid them. They have affected the life of the whole world. They have shaken men everywhere with a passion and an apprehension they never knew before. It has been hard to preserve calm counsel while the thought of our own people swayed this way and that under their influence. We are a composite and cosmopolitan people. We are of the blood of all the nations that are at war. The currents of our thoughts as well as the currents of our trade run quick at all seasons back and forth between us and them. The war inevitably set its mark from the first alike upon our minds, our industries, our commerce, our politics and our social action. To be indifferent to it, or independent of it, was out of the question.

And yet all the while we have been conscious that we were not part of it. In that consciousness, despite many divisions, we have drawn closer together. We have been deeply wronged upon the seas, but we have not wished to wrong or injure in return; have retained throughout the consciousness of standing in some sort apart, intent upon an interest that transcended the immediate issues of the war itself.

As some of the injuries done us have become intolerable we have still been clear that we wished nothing for ourselves that we were not ready to demand for all mankind--fair dealing, justice, the freedom to live and to be at ease against organized wrong.

It is in this spirit and with this thought that we have grown more and more aware, more and more certain that the part we wished to play was the part of those who mean to vindicate and fortify peace. We have been obliged to arm ourselves to make good our claim to a certain minimum of right and of freedom of action. We stand firm in armed neutrality since it seems that in no other way we can demonstrate what it is we insist upon and cannot forget. We may even be drawn on, by circumstances, not by our own purpose or desire, to a more active assertion of our rights as we see them and a more immediate association with the great struggle itself. But nothing will alter our thought or our purpose. They are too clear to be obscured. They are too deeply rooted in the principles of our national life to be altered. We desire neither conquest nor advantage. We wish nothing that can be had only at the cost of another people. We always professed unselfish purpose and we covet the opportunity to prove our professions are sincere.

There are many things still to be done at home, to clarify our own politics and add new vitality to the industrial processes of our own life, and we shall do them as time and opportunity serve, but we realize that the greatest things that remain to be done must be done with the whole world for stage and in cooperation with the wide and universal forces of mankind, and we are making our spirits ready for those things.

We are provincials no longer. The tragic events of the thirty months of vital turmoil through which we have just passed have made us citizens of the world. There can be no turning back. Our own fortunes as a nation are involved whether we would have it so or not.

And yet we are not the less Americans on that account. We shall be the more American if we but remain true to the principles in which we have been bred. They are not the principles of a province or of a single continent. We have known and boasted all along that they were the principles of a liberated mankind. These, therefore, are the things we shall stand for, whether in war or in peace:

That all nations are equally interested in the peace of the world and in the political stability of free peoples, and equally responsible for their maintenance; that the essential principle of peace is the actual equality of nations in all matters of right or privilege; that peace cannot securely or justly rest upon an armed balance of power; that governments derive all their just powers from the consent of the governed and that no other powers should be supported by the common thought, purpose or power of the family of nations; that the seas should be equally free and safe for the use of all peoples, under rules set up by common agreement and consent, and that, so far as practicable, they should be accessible to all upon equal terms; that national armaments shall be limited to the necessities of national order and domestic safety; that the community of interest and of power upon which peace must henceforth depend imposes upon each nation the duty of seeing to it that all influences proceeding from its own citizens meant to encourage or assist revolution in other states should be sternly and effectually suppressed and prevented.

I need not argue these principles to you, my fellow countrymen; they are your own part and parcel of your own thinking and your own motives in affairs. They spring up native amongst us. Upon this as a platform of purpose and of action we can stand together. And it is imperative that we should stand together. We are being forged into a new unity amidst the fires that now blaze throughout the world. In their ardent heat we shall, in God's Providence, let us hope, be purged of faction and division, purified of the errant humors of party and of private interest, and shall stand forth in the days to come with a new dignity of national pride and spirit. Let each man see to it that the dedication is in his own heart, the high purpose of the nation in his own mind, ruler of his own will and desire.

I stand here and have taken the high and solemn oath to which you have been audience because the people of the United States have chosen me for this august delegation of power and have by their gracious judgment named me their leader in affairs.

I know now what the task means. I realize to the full the responsibility which it involves. I pray God I may be given the wisdom and the prudence to do my duty in the true spirit of this great people. I am their servant and can succeed only as they sustain and guide me by their confidence and their counsel. The thing I shall count upon, the thing without which neither counsel nor action will avail, is the unity of America--an America united in feeling, in purpose and in its vision of duty, of opportunity and of service.

We are to beware of all men who would turn the tasks and the necessities of the nation to their own private profit or use them for the building up of private power.

United alike in the conception of our duty and in the high resolve to perform it in the face of all men, let us dedicate ourselves to the great task to which we must now set our hand. For myself I beg your tolerance, your countenance and your united aid.

The shadows that now lie dark upon our path will soon be dispelled, and we shall walk with the light all about us if we be but true to ourselves--to ourselves as we have wished to be known in the counsels of the world and in the thought of all those who love liberty and justice and the right exalted.

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