sábado, 9 de agosto de 2014

Carta de George Washington a la comunidad hebrea de Newport, del 18 de agosto de 1790 / Letter to the Hebrew Congregation at Newport (August 18, 1790)

Señores:

Mientras recibí con mucha satisfacción el mensaje de ustedes lleno de expresiones de estima, me alegra tener la oportunidad de asegurarles que siempre tendré gratos recuerdos de la cordial bienvenida que disfruté de todo tipo de ciudadanos durante mi visita a Newport.

La reflexión sobre los días de dificultades y peligros del pasado se vuelve más dulce con el conocimiento de que les suceden días poco comunes de prosperidad y seguridad.

Si tenemos la capacidad de aprovechar las ventajas que ahora nos favorecen, no podemos fracasar, bajo la administración justa de un buen gobierno, en convertirnos en un pueblo grande y feliz.

Los ciudadanos de Estados Unidos de América tienen el derecho a autofelicitarse por haber brindado a la humanidad ejemplos de una política liberal y amplia, una política digna de imitar. Todos poseen por igual libertad de conciencia y las protecciones de la ciudadanía.

Ahora ya no se habla más de tolerancia, como si por la indulgencia de una clase de gente, otra pudiese disfrutar del ejercicio de sus inherentes derechos naturales, porque afortunadamente, el Gobierno de Estados Unidos, que no apoya la intolerancia, no ayuda a la persecución, requiere solamente que quienes vivan bajo su protección se comporten como buenos ciudadanos al brindarle su apoyo real en todas las ocasiones.
No sería consistente con la franqueza de mi carácter no reconocer que me complace la opinión favorable de ustedes sobre mi gobierno y los fervientes deseos por mi felicidad.

Que los hijos de la familia de Abraham que habitan este sueño continúen mereciendo y disfrutando la buena voluntad de los otros habitantes, mientras cada uno pueda sentarse sin peligro bajo su propia parra e higuera y que nadie le haga sentir miedo.

Que el padre de todas las misericordias derrame luz y no oscuridad en nuestro camino, y que nos vuelva a todos útiles en nuestras respectivas vocaciones aquí, y en Su propio tiempo y manera, felicidad eterna

George Washington



Original


Gentlemen:

While I received with much satisfaction your address replete with expressions of esteem, I rejoice in the opportunity of assuring you that I shall always retain grateful remembrance of the cordial welcome I experienced on my visit to Newport from all classes of citizens.

The reflection on the days of difficulty and danger which are past is rendered the more sweet from a consciousness that they are succeeded by days of uncommon prosperity and security.

If we have wisdom to make the best use of the advantages with which we are now favored, we cannot fail, under the just administration of a good government, to become a great and happy people.

The citizens of the United States of America have a right to applaud themselves for having given to mankind examples of an enlarged and liberal policy — a policy worthy of imitation. All possess alike liberty of conscience and immunities of citizenship.

It is now no more that toleration is spoken of as if it were the indulgence of one class of people that another enjoyed the exercise of their inherent natural rights, for, happily, the Government of the United States, which gives to bigotry no sanction, to persecution no assistance, requires only that they who live under its protection should demean themselves as good citizens in giving it on all occasions their effectual support.

It would be inconsistent with the frankness of my character not to avow that I am pleased with your favorable opinion of my administration and fervent wishes for my felicity.

May the children of the stock of Abraham who dwell in this land continue to merit and enjoy the good will of the other inhabitants — while every one shall sit in safety under his own vine and fig tree and there shall be none to make him afraid.

May the father of all mercies scatter light, and not darkness, upon our paths, and make us all in our several vocations useful here, and in His own due time and way everlastingly happy.

G. Washington

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