Señores de la Cámara de Representantes:
Con la mayor atención he considerado la resolución
de la 24 ª instancia, pidiéndome que que comparezca ante su casa, una copia de
las instrucciones al Ministro de los Estados Unidos que negoció el tratado con
el Rey de Gran Bretaña, junto con la correspondencia y otros documentos
relativos a dicho Tratado, con excepción de aquellos de dichas papeles como
cualquier negociación existentes pudieran ser inadecuados para ser revelada.
En sus deliberaciones sobre este asunto, me era
imposible perder de vista el principio que algunos han confesado en su
discusión; o evitar extender mis puntos de vista sobre las consecuencias que
deben derivarse de la admisión de ese principio.
Confío en que ninguna parte de mi conducta ha
indicado alguna vez una disposición por retener cualquier información que la
Constitución ha ordenado al presidente que deba dar, o que podría ser requerido
de él por una de las Cámaras del Congreso como un derecho; Y con la verdad afirmo,
que ha sido, y que así seguirá siendo, mientras tenga el honor de presidir en
el Gobierno, mi constante esfuerzo por armonizar con las otras ramas del
mismas; la medida en que la confianza que me ha delegado el pueblo de los
Estados Unidos, y mi sentido de la obligación que impone “preservar, proteger y
defender la Constitución” lo permita.
La naturaleza de las negociaciones extranjeras
requiere precaución; y su éxito a menudo debe depender del secreto: y aun
cuando es llevada a una conclusión, una revelación completa de todas las medidas,
demandas, o concesiones eventuales que puedan haber sido propuestas o
previstas, sería muy poco político, porque esto podría tener una perniciosa
influencia en las futuras negociaciones; o producir inconvenientes inmediatos,
tal vez el peligro y el mal, en relación con otros poderes. La necesidad de tal
prudencia y el secreto era una razón convincente para que el poder de hacer
tratados recayese en el Presidente, con el consejo y consentimiento del Senado,
el principio sobre el cual se formó ese cuerpo confinándolo a un pequeño número
de miembros.
Admitir luego a la Cámara de Representantes la
demanda, y tener como cuestión de rutina, todos los documentos que respecten
una negociación con una potencia extranjera, sería establecer un precedente
peligroso.
No suele ocurrir que la inspección de los documentos
que pidieron sea o no relativo a cualquier propósito bajo el conocimiento de la
Cámara de Representantes, excepto la de un juicio político, cuya resolución no
han expresado. Repito, que no tengo ninguna disposición de retener cualquier
información que el deber de mi puesto lo permita, o el bien público requerirán,
para darse a conocer, y de hecho, todos los documentos que afectan a la
negociación con Gran Bretaña fueron puestos ante el Senado cuando el propio
Tratado fue comunicados para su consideración y asesoramiento.
El curso que ha tomado el debate sobre la resolución
de la Cámara lleva a algunas observaciones sobre el modo de hacer los tratados
en virtud de la Constitución de los Estados Unidos.
Después de haber sido un miembro de la Convención
General, y conocer los principios en los que se formó la Constitución, nunca me
he entretenido en un dictamen sobre este asunto; y desde el primer
establecimiento del Gobierno a este momento, mi conducta ha sido un ejemplo de la
opinión en la cual el poder de celebrar tratados corresponde exclusivamente al
Presidente, por y con el consejo y consentimiento del Senado, a condición de
dos tercios de los senadores presentes concurriendo, y que todos los tratados
de igual forma, y promulgados a partir de entonces se convirtieron en ley de la
tierra. Es así que el poder elaboración de tratados ha sido entendido por las
naciones extranjeras, y en todos los tratados hechos con ellos, nos han
declarado, y han creído que cuando sea ratificado por el Presidente con el
consejo y consentimiento del Senado, se convirtieron en obligatorios. En esta configuración
de la Constitución de cada Cámara de Representantes se ha aceptado hasta ahora;
y hasta la actualidad, ni una duda o sospecha ha aparecido ante mi conocimiento
de que esta configuración no era la verdadera. No, ellos tienen más de
aquiescencia: porque hasta ahora, sin controvertir la obligación de esos
tratados, han hecho todas las disposiciones necesarias para llevarlos a la
práctica.
También hay motivos para creer que esta configuración
está de acuerdo con las opiniones sostenidas por los convenios estatales cuando
deliberaban sobre la Constitución; especialmente por aquellos que se opusieron
a la misma, ya que se requería, en los tratados comerciales, el consentimiento
de las dos terceras partes del número total de los miembros del Senado, en
lugar de las dos terceras partes de los senadores presentes; y porque en los tratados
respetando territorios y otros derechos y reclamos, la concurrencia de las tres
cuartas partes del número total de los miembros de ambas cámaras,
respectivamente, no se hizo necesario.
Es un hecho declarado por la Convención General y
universalmente entendido, que la Constitución de los Estados Unidos fue el
resultado de un espíritu de amistad y de concesiones mutuas. Y es bien sabido
que bajo esta influencia fueron admitidos los Estados más pequeños con una
representación igualitaria en el Senado con los grandes Estados; y que esta
rama del gobierno fue investida con grandes poderes: sobre la participación
equitativa de los poderes, la soberanía y seguridad política de los Estados más
pequeños se consideraron esencialmente a depender.
Sin son necesarias otras pruebas que éstas, así como
la carta llana de la propia Constitución para determinar el punto en
consideración, pueden encontrarlas en las revistas de la Convención General,
que he depositado en la oficina del departamento de Estado. En estas revistas
se verá que se hizo una proposición, “de que ningún Tratado debe ser vinculante
para los Estados Unidos que no sea ratificado por una Ley”; y que la
proposición fue rechazada explícitamente.
Como por lo tanto es perfectamente claro a mi
entender, ese consentimiento legal de la Cámara de Representantes no es
necesario para la validez de un tratado: el tratado con Gran Bretaña exhibe en
sí mismo todos los objetos que requieren de disposición legal; Y en éstos los
papeles que pidieron no pueden arrojar ninguna luz: Y que es esencial para la
buena administración del gobierno que los límites fijados por la Constitución,
entre los diferentes departamentos, deben ser preservados: Y sólo con respecto
a la Constitución y al deber de mi puesto, en todas las circunstancias de este
caso, prohíbo una satisfacción a su solicitud.
Original
Gentlemen of the
House of Representatives:
With the utmost
attention I have considered your resolution of the 24th. instant, requesting me
to lay before your House, a copy of the instructions to the Minister of the
United States who negotiated the Treaty with the King of Great Britain,
together with the correspondence and other documents relative to that Treaty,
excepting such of the said papers as any existing negotiation may render
improper to be disclosed.
In deliberating
upon this subject, it was impossible for me to lose sight of the principle
which some have avowed in its discussion; or to avoid extending my views to the
consequences which must flow from the admission of that principle.
I trust that no
part of my conduct has ever indicated a disposition to withhold any information
which the Constitution has enjoined upon the President as a duty to give, or
which could be required of him by either House of Congress as a right; And with
truth I affirm, that it has been, as it will continue to be, while I have the
honor to preside in the Government, my constant endeavour to harmonize with the
other branches thereof; so far as the trust delegated to me by the People of
the United States, and my sense of the obligation it imposes to "preserve,
protect and defend the Constitution" will permit.
The nature of
foreign negotiations requires caution; and their success must often depend on
secrecy: and even when brought to a conclusion, a full disclosure of all the
measures, demands, or eventual concessions, which may have been proposed or
contemplated, would be extremely impolitic: for this might have a pernicious
influence on future negotiations; or produce immediate inconveniences, perhaps
danger and mischief, in relation to other powers. The necessity of such caution
and secrecy was one cogent reason for vesting the power of making Treaties in
the President, with the advice and consent of the Senate, the principle on
which that body was formed confining it to a small number of Members.
To admit then a
right in the House of Representatives to demand, and to have as a matter of
course, all the Papers respecting a negotiation with a foreign power, would be
to establish a dangerous precedent.
It does not occur
that the inspection of the papers asked for, be relative to any purpose under
the cognizance of the House of Representatives, except that of an impeachment,
which the resolution has not expressed. I repeat, that I have no disposition to
withhold any information which the duty of my station will permit, or the
public good shall require to be disclosed: and in fact, all the Papers
affecting the negotiation with Great Britain were laid before the Senate, when
the Treaty itself was communicated for their consideration and advice.
The course which
the debate has taken, on the resolution of the House, leads to some
observations on the mode of making treaties under the Constitution of the
United States.
Having been a
member of the General Convention, and knowing the principles on which the
Constitution was formed, I have ever entertained but one opinion on this
subject; and from the first establishment of the Government to this moment, my
conduct has exemplified that opinion, that the power of making treaties is
exclusively vested in the President, by and with the advice and consent of the
Senate, provided two thirds of the Senators present concur, and that every
treaty so made, and promulgated, thenceforward became the Law of the land. It
is thus that the treaty making power has been understood by foreign Nations:
and in all the treaties made with them, we have declared, and they have
believed, that when ratified by the President with the advice and consent of
the Senate, they became obligatory. In this construction of the Constitution
every House of Representatives has heretofore acquiesced; and until the present
time, not a doubt or suspicion has appeared to my knowledge that this
construction was not the true one. Nay, they have more than acquiesced: for till
now, without controverting the obligation of such treaties, they have made all
the requisite provisions for carrying them into effect.
There is also
reason to believe that this construction agrees with the opinions entertained
by the State Conventions, when they were deliberating on the Constitution;
especially by those who objected to it, because there was not required, in
commercial treaties, the consent of two thirds of the whole number of the
members of the Senate, instead of two thirds of the Senators present; and
because in treaties respecting territorial and certain other rights and claims,
the concurrence of three fourths of the whole number of the members of both
houses respectively, was not made necessary.
It is a fact
declared by the General Convention, and universally understood, that the
Constitution of the United States was the result of a spirit of amity and
mutual concession. And it is well known that under this influence the smaller
States were admitted to an equal representation in the Senate with the larger
States; and that this branch of the government was invested with great powers:
for on the equal participation of those powers, the sovereignty andpolitical
safety of the smaller States were deemed essentially to depend.
If other proofs
than these, and the plain letter of the Constitution itself, be necessary to
ascertain the point under consideration, they may be found in the journals of
the General Convention, which I have deposited in the office of the department
of State. In these journals it will appear that a proposition was made,
"that no Treaty should be binding on the United States which was not
ratified by a Law"; and that the proposition was explicitly rejected.
As therefore it
is perfectly clear to my understanding, that file assent of the House of
Representatives is not necessary to the validity of a treaty: as the treaty
with Great Britain exhibits in itself all the objects requiring legislative
provision; And on these the papers called for can throw no light: And as it is
essential to the due administration of the government, that the boundaries
fixed by the constitution between the different departments should be
preserved: A just regard to the Constitution and to the duty of my Office,
under all the circumstances of this case, forbids a complyance with your
request.
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